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CROC: cuotas sindicales para líderes ricos y obreros olvidados
Mientras sus dirigentes exhiben fortunas y estilos de vida de élite, los trabajadores siguen sin mejoras salariales ni condiciones laborales dignas.
La Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos se presenta como defensora de los trabajadores, pero en realidad opera como un aparato político y económico que firma contratos de protección y reprime a quienes buscan un sindicalismo democrático.
De organización obrera a negocio político
Lejos de cumplir con su misión de defender conquistas laborales, la CROC se ha convertido en un aparato político con fines personales y clientelares. Sus dirigentes utilizan la estructura sindical para obtener cargos públicos, tejer alianzas con partidos y mantener un control absoluto de las cuotas, sin mecanismos de transparencia ni rendición de cuentas.
Este manejo ha transformado al sindicato en un engranaje del corporativismo mexicano, más preocupado por satisfacer intereses de poder que por garantizar justicia laboral.
Contratos de protección: el sello de la CROC
Uno de los principales señalamientos contra la organización es la firma de contratos de protección patronal: acuerdos negociados a espaldas de los empleados y diseñados para blindar a las empresas de la organización sindical auténtica.
En lugar de luchar por salarios dignos o condiciones laborales justas, la CROC pacta convenios que silencian la protesta, limitan la libertad sindical y perpetúan un modelo de “paz laboral comprada”.
Escándalos y opacidad en el manejo de cuotas
El sindicato arrastra un historial plagado de denuncias: desvío de recursos, enriquecimiento ilícito de sus dirigentes, represión contra trabajadores disidentes y vínculos con redes de clientelismo político.
Las cuotas sindicales, recaudadas con la promesa de defender a los obreros, terminan financiando lujos personales y fortunas de líderes que se alejan cada vez más de la realidad de los agremiados.
El costo para la clase trabajadora en México
Cada contrato de protección y cada huelga sofocada representa un retroceso para miles de trabajadores. La CROC no solo impide la libre organización, sino que también bloquea el desarrollo de un sindicalismo democrático y transparente en el país.
En los hechos, la organización se ha convertido en un obstáculo para la justicia laboral, reducida a un aparato burocrático y corrupto que privilegia intereses personales por encima de la dignidad de la clase trabajadora mexicana.
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