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Crisis en Alpura Cancún: El sindicato opera en la sombra mientras los trabajadores enfrentan el abismo

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La planta de Alpura en Cancún atraviesa una crisis bastante delicada al igual que la empresa a nivel nacional, pero en Cancún hay un factor diferente, las amenazas de despidos masivos y la complicidad silenciosa de sus propios representantes sindicales, quienes lejos de brindar respaldo, han sembrado aún más desinformación, miedo y desconfianza entre los trabajadores.

La preocupación no solo proviene del posible cierre o reestructuración de la planta. Lo que verdaderamente inquieta es la forma en que el sindicato ha manejado la situación: en secreto, con indiferencia y, según testimonios, con prepotencia.

Hace apenas unas semanas, delegados sindicales visitaron las instalaciones en Cancún. Pero lejos de ofrecer claridad o soluciones, se limitaron a imponer su presencia de manera grosera y despectiva, evitando responder preguntas concretas y negando cualquier afectación futura. Hoy se sabe que esa visita ya tenía un propósito fijo porque ya existían planes para sustituir al personal actual por trabajadores externos, sin liquidaciones justas y sin respetar los derechos adquiridos por años de servicio.

Este miedo es generalizado. Muchos empleados aseguran que exponer públicamente lo que ocurre podría costarles su empleo. El ambiente es alarmante: incertidumbre total, temor latente y una ausencia absoluta de garantías. Mientras tanto, los delegados sindicales han optado por el silencio. No hay comunicados oficiales, no se han convocado asambleas y, lo más grave, no existe una defensa visible de los derechos de la base trabajadora.

A todo esto, se suma una bomba silenciosa: la desinformación como herramienta de control. La falta de claridad mantiene a los empleados divididos, con miedo y sin organización. Y ese escenario solo favorece a quienes desean imponer decisiones sin resistencia.

La situación en Alpura Cancún no es solo un conflicto laboral; es una traición institucional. Si los delegados sindicales están participando en un proceso de sustitución del personal sin ofrecer transparencia ni defender los derechos de sus representados, entonces su función ya no es la de un sindicato: es la de un operador encubierto de intereses empresariales.

Hoy, más que nunca, urge alzar la voz, exigir rendición de cuentas y organizarse desde abajo. Porque lo que está en juego no es solo el empleo, es la dignidad.

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