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Justicia

Pueblos en llamas y matanza de civiles: la guerra del narco de la era López Obrador

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Mensajes del “Cartel del Noroeste” sobre el asfalto en el camino que conduce a la frontera de los estados de Nuevo león y Tamaulipas.MONICA GONZALEZ / EL PAÍS

Mientras el Gobierno insiste en que el país “está en paz”, algunos municipios sufren el control de facto de los criminales y el uso sistemático del terror para someter a la población

Una frase repetida mil veces no siempre se convierte en una verdad. Especialmente si la realidad se muestra tan rotunda, como los dos hombres crucificados, las masacres y colgados de puentes estas semanas en Zacatecas, la cacería de inocentes en Tamaulipas y el regreso de los peores tiempos de Tijuana (Baja California). Pero antes en Guanajuato, en Michoacán o en Guerrero.

La lista de Estados con episodios de extrema violencia, controlados de facto por el crimen organizado y sus guerras intestinas cuestionan la estrategia de combate al narcotráfico por parte del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Y, sobre todo, refutan de manera tajante la máxima de su discurso: “El país está en paz”.

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Cuando López Obrador tomó el poder en 2018 prometió acabar con la guerra contra el narcotráfico que había sembrado de cadáveres el territorio nacional, una etapa oscura de ejecuciones extrajudiciales y enfrentamientos entre los cárteles de la droga que no solo no frenó al narco, sino que aumentó la cifra de sangre.

Su eslogan de campaña, “Abrazos y no balazos”, prometía un modelo diferente por el que la población no pagara con su vida. No obstante, el presidente enfrenta una de las épocas más violentas de la historia del país.

Los cuerpos de dos policías estatales de San Luis Potosí colgados en un puente vehicular de Zacatecas.CORTESÍA

Casi 100 muertos al día es el saldo que soporta México, más grave incluso que en algunos de los peores años de la guerra contra el narco. Las escenas de terror observadas hace una semana muestran que aunque el mandato oficial es evitar el enfrentamiento del Ejército y los criminales, los ciudadanos continúan muriendo.

Casi 15 años después de que el entonces presidente Felipe Calderón impulsara una cruzada nacional contra el crimen organizado, los cárteles y sus herederos siguen utilizando sistemáticamente el terror para someter a la población. La violencia como herramienta de poder. Y un país adaptado en lo general a altos niveles de estrés postraumático, según los expertos.

Los cárteles más poderosos

Los dos cárteles más poderosos del país, el de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación, tienen presencia en todo el territorio nacional a través de enviados o de bandas aliadas. Su capacidad de fuerza es tal que no solo se han infiltrado o tienen a sueldo funcionarios en diferentes puestos de la Administración, según la agencia antidrogas estadounidense (la DEA), sino que incluso, como el caso de Jalisco, se ha atrevido a atentar contra el jefe de Gobierno de la capital, Omar García-Harfuch.

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La era de los grandes capos de los noventa terminó tras la guerra y la persecución de sus cabecillas desmembró un sistema por el que pequeñas mafias locales son también capaces de los actos más atroces en sus municipios: el Gobierno de Texas pidió en abril considerar a los cárteles mexicanos dentro de la lista de organizaciones terroristas. La impunidad roza el 90%.

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Total nacional: 107.996 víctimas mortales de enero a junio de 2021
Datos cartográficos: © OSM
Fuente: Secretaría de Gobernación 

Crisis en el centro del país

La cifra de sangre se ha mantenido en una tendencia constante desde la llegada de López Obrador. Los homicidios no se han disparado, pues desde el Gobierno de Enrique Peña Nieto se soportaban esas cifras de violencia récord y la Administración obradorista celebra una cierta contención, pero la situación es crítica en algunos Estados.

Guanajuato, por ejemplo, cuenta con más de 15.000 homicidios desde enero de 2018 hasta junio de este año, una entidad reconocida como tradicionalmente próspera y segura. Eso es, alrededor de 12 homicidios al día, en una población de seis millones de habitantes. “Hay algunos Estados donde la situación ya era preocupante y se ha agravado: como el caso de Aguililla [Michoacán] y municipios aledaños; o el caso de Tamaulipas con los eventos recientes. Pero hay dos focos importantes que se han disparado con el Gobierno de López Obrador: Zacatecas y San Luis Potosí”, cuenta el experto en seguridad Eduardo Guerrero.

Zacatecas se ha convertido desde hace dos semanas en el epicentro de una violencia que no cesa. En Fresnillo fueron colgados de un puente dos policías estatales del Estado vecino, San Luis Potosí, que habían sido reportados como desaparecidos.

Un enfrentamiento entre presuntos miembros del cártel de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación, continuaron su batalla por el control territorial hasta el municipio de Valparaíso, donde en un enfrentamiento más propio de guerra civil murieron acribilladas más de 18 personas. Algunos medios locales contaron hasta 35 cadáveres regados entre coches en llamas en la sierra. Y esta semana, la entidad registraba un nuevo rostro del terror: nueve ejecutados, dos de ellos crucificados, empalados a una cruz, espalda con espalda.

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Miembros del grupo especial de la policía estatal de Tamaulipas, resguardan el área donde se enfrentaron a un grupo de delincuentes en Reynosa. MARTÍN JUÁREZ / EFE

El lunes 20 de junio, la localidad fronteriza de Reynosa amaneció desierta y muda. Sus habitantes soportaron ese fin de semana lo que en la macabra jerga del narco —incorporada ya al habla común— se conoce como “calentar la plaza”.

Un grupo de hombres armados dispararon sobre una avenida al azar y mataron a 14 personas, además de dos mujeres que fueron secuestradas y amordazadas en el maletero de una de las tres camionetas que utilizaron ese día. En menos de dos horas acribillaron a una familia completa, trabajadores, estudiantes y vecinos con el único fin de utilizar la violencia y a la población como moneda de cambio para ejercer el control sobre la localidad. Calentar la plaza para echar a sus enemigos: el plan del narco que consiste en sembrar el caos mediante prácticas terroristas para llamar la atención del Ejército y debilitar a la banda rival que era dueña del lugar.

El objetivo de los criminales de Reynosa —de los cuales al menos siete de los presuntos responsables han sido detenidos—, era arrebatarle el control del puente fronterizo Pharr a la banda de Los Metros (aliada con el poderoso Cartel Jalisco). Para ello, Los Escorpiones y Los Ciclones (escisiones del antiguo Cartel del Golfo) se aliaron y en apenas dos horas sembraron el caos en uno de los pasos clave hacia Estados Unidos.

Los Estados marcados en naranja muestran la extensión del territorio controlado por el cartel Jalisco.
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Para algunos expertos, como el politólogo y director del centro de investigación Noria especializado en temas de violencia, Romain Le Cour, episodios como el de Reynosa o como los municipios sitiados de Michoacán y Zacatecas, son una muestra de cómo en México se utiliza la violencia como herramienta de control. “Usar la violencia en México es muy barato en términos de consecuencias jurídicas. Se utiliza para regular la vida local, para imponer reglas. Cuando la utiliza el Ejército es con el mismo fin: cuando abate, asesina, manda un mensaje a los que están en frente. Y dice: el patrón soy yo”, señala Le Cour. “Lo que pasa es que el Estado no es nunca ausente, siempre está. Pero el tema es que con él siempre pueden negociar, a través del empleo de más violencia como amenaza o de corrupción. Pero cuando quiere frenarlo, lo hace”, añade.

La estrategia: “Dejar hacer”

“Cuando hablamos de guerra del narco creemos que hay dos bandos. Pero no es así”, apunta por su parte el periodista y experto en el Ejército mexicano Juan Veledíaz. “El primer objetivo de los cárteles siempre es controlar las policías y las fiscalías. Su control y extensión territorial consiste especialmente en ese punto clave”. Y señala un evento importante que retrató la estrategia contra el crimen que marcó el Gobierno de López Obrador: el Culiacanazo.

El fallido operativo militar para detener a uno de los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, Ovidio, en la capital de Sinaloa en octubre de 2019, mostró, según coinciden algunos expertos, lo que se ha observado después en los planes del Gobierno frente al narco. “Aquello exhibió una falta de conocimiento del terreno y que no hay una estrategia, que lo de ‘abrazos y no balazos’ es totalmente hueco, naif. Y es perverso porque te revela el dejar hacer”, apunta Veledíaz.

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Militares en la zona Tres Río de Culiacán, tras el fallido operativo para detener a Ovidio Guzmán. GLADYS SERRANO

Sobre ese punto, agrega Guerrero: “López Obrador estableció una línea de no confrontación directa con el narco, porque esa había sido una constante tanto con Calderón como con Peña Nieto. Entonces ordenó vigilar las zonas, pero eludir el conflicto. Y efectivamente, los indicadores muestran un descenso de masacres con la participación del Ejército. Pero el costo ha sido enorme: se han dejado a la merced del crimen una cantidad de territorios. Esto a la larga generará más violencia, porque habrá más competencia”.

Un factor clave en esta semana negra ha estado relacionado con el cambio de Gobierno en algunos Estados y la debilidad de los gobernadores en otros, como por ejemplo, Tamaulipas. “Aprovechan para hacer más golpes porque la posibilidad de que esto quede impune es muy alta. Muchas veces los grupos ambicionan un espacio, un territorio para vender o guardar droga o extorsionar, pero no lo hacen porque el Gobierno está tras ellos. Pero si lo ven débil, ellos inmediatamente realizan tareas de alto riesgo, como lo que sucedió en Reynosa”, cuenta. El 6 de junio se renovaron 15 cargos a gobernador y aunque Tamaulipas no se encuentra entre ellos, su gobernador, Francisco García Cabeza de Vaca, está en la mira de la Fiscalía General por presuntos nexos con el narco y lavado de dinero.

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Los Estados marcados en amarillo muestran el avance de los de Sinaloa.

López Obrador ha concentrado su esfuerzo para poner fin a la violencia en dos direcciones: un plan a largo plazo enfocado en la labor social, en la educación y mejores oportunidades para los jóvenes, carne de cañón para el crimen organizado; y otro, en el despliegue de su cuerpo estrella, la Guardia Nacional, formado por militares y policías federales, coordinado por la Secretaría de la Defensa, pero que todavía no ha logrado implementarse completamente por cuestiones jurídicas y conflictos de competencias entre diferentes administraciones.

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La guerra que desde la tarima presidencial se niega, tiene además otras víctimas. Los ciudadanos asediados por los enfrentamientos entre cárteles ante la inacción de las autoridades deben adaptar su vida a unos niveles altos de violencia. En algunos municipios, como Reynosa, hay habitantes que no han conocido la paz y que revisan los grupos de WhatsApp o Facebook para saber si es seguro salir a la calle. Que el fin de semana del 18 de junio permanecieron enclaustrados por miedo a ser ejecutados por una bala perdida, que se asumen como una moneda de cambio perversa en el control de la plaza.

La carretera que une Apatzingan y Aguililla, en Michoacán, México fue bloqueada con barricadas y retenes por los diferentes grupos delictivos que se disputan ese territorio, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y los grupos de Autodefensas de Carteles Unidos han amenazado a los pobladores y al menos unas 1,500 personas han abandonado sus comunidades desde diciembre del 2020.

La investigadora de la Universidad Autónoma de Tlaxcala y doctora en Psicología y Antropología social Cecilia López Pozos, que ha estudiado las consecuencias psicosociales de la violencia en la zona del Altiplano mexicano. Advierte de los efectos para las comunidades expuestas a estos niveles de estrés. “El tipo de violencia es la continuación de un código perverso en relación con el tipo de muerte. El modo de morir de los narcos o enemigos es un código terrorífico, y este código básicamente tiene un objetivo: por un lado, el control social; y por otro lado, someter a un miedo sistemático a toda la población”, señala.

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La investigadora ha detectado “un repliegue social”, resultado de la persistencia prolongada de altos niveles de violencia. “Se ha perdido la confianza. Es una de las peores consecuencias. Se rompe la comunidad, hay una fractura social en la credibilidad entre todos nosotros”, explica. Además, la población llega a adaptarse a un modo de vivir que “nada tiene que ver con la condición humana”. Y concluye: “Estamos viviendo un trauma colectivo”.

La ley del más fuerte se ha apoderado de Zacatecas y Tamaulipas como antes sucediera en Chihuahua, Baja California, Guerrero, Michoacán, Guanajuato. El saldo final de muertes a nivel nacional puede que concluya con un estancamiento, pues la cifra de 100 asesinatos al día es lo suficientemente alta. Desde la tarima presidencial se celebrará una “contención de la violencia”, como se ha hecho en los últimos meses. Pero los pueblos en llamas, la cacería de inocentes, la exhibición pública del terror con colgados de puentes y el último episodio reciente, dos crucificados en Zacatecas, alerta inevitablemente al Gobierno y al país de que más allá de los datos, la pesadilla continúa.

Fuente: El País.

Industria

Niels Cortés y Transformación Sindical: una estafa para los trabajadores

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Niels Cortés y Transformación Sindical: una estafa para los trabajadores

Lo que comenzó como una promesa de cambio y esperanza para los trabajadores se ha revelado como una de las mayores traiciones en el ámbito sindical. Niels Cortés y su proyecto Transformación Sindical están en el ojo del huracán, acusados de engañar a sus propios agremiados, incumplir compromisos y desviar recursos destinados al bienestar de los trabajadores.

Las promesas de Cortés, que inicialmente captaron la confianza de cientos de empleados, se han desmoronado. Mejores salarios, condiciones laborales justas y beneficios tangibles fueron las promesas que nunca llegaron a cumplirse. En su lugar, los trabajadores han sido testigos de un líder que se enfoca más en construir una fachada política que en resolver los problemas reales de sus representados.

El manejo de las cuotas sindicales es una vergüenza. Los trabajadores exigen explicaciones ante la evidente falta de transparencia. ¿Dónde está el dinero que han aportado con esfuerzo?

Las sospechas apuntan a un uso discrecional que beneficia únicamente a la cúpula liderada por Niels Cortés, mientras los trabajadores enfrentan las mismas carencias y dificultades de siempre.

El descontento crece a medida que los agremiados despiertan a la realidad: fueron utilizados como un trampolín para las ambiciones personales de un líder que ha demostrado su falta de compromiso. Los trabajadores no solo se sienten traicionados, sino también indefensos ante un sindicato que debería protegerlos y que, en cambio, los abandona a su suerte.

Es hora de que los trabajadores alcen la voz. La transformación que se prometió se ha convertido en un retroceso que amenaza su estabilidad y su dignidad. Niels Cortés debe rendir cuentas, y los trabajadores deben unirse para exigir justicia y recuperar el control de lo que les pertenece.

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Empresas

Eloy Espinosa y COREMEX: Amenazas y Control a Costa de los Trabajadores

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Eloy Espinosa y COREMEX: Amenazas y Control a Costa de los Trabajadores

Intimidación y abuso para imponer intereses económicos sobre Plásticos y Fugra Lerma

En una lamentable demostración de abuso de poder, Eloy Espinosa y el organismo COREMEX han recurrido a tácticas intimidatorias utilizando a personas con antecedentes delictivos para imponer su control sobre las empresas Plásticos y Fugra Lerma. Esta estrategia no solo pone en peligro la estabilidad laboral de los empleados, sino que también demuestra un desprecio total por los derechos y la seguridad de los trabajadores.

La intervención de estos grupos ha sembrado un ambiente de miedo e incertidumbre entre los empleados, quienes temen represalias y hostigamiento por expresar su inconformidad. En lugar de velar por el bienestar de la fuerza laboral, Eloy Espinosa y COREMEX se han enfocado en beneficiarse económicamente a toda costa, manipulando y desestabilizando las relaciones laborales dentro de la empresa.

Esta situación es un ataque directo contra la dignidad de los trabajadores, quienes han expresado su rechazo hacia estos métodos de control y explotación. La imposición de intereses económicos por encima de los derechos laborales refleja una falta de ética alarmante y la necesidad urgente de tomar medidas para proteger a quienes forman la base de estas empresas.

Los empleados de Plásticos y Fugra Lerma merecen trabajar en un entorno donde se respeten sus derechos y se valore su esfuerzo. Es imperativo que las autoridades correspondientes intervengan para garantizar que prácticas tan reprobables no queden impunes, y que los trabajadores puedan desempeñar sus labores con la tranquilidad y seguridad que merecen.

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Industria

Crisis financiera en San Nicolás, sin líder y sin recursos

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Crisis financiera e inoperancia: El legado de Agustín López en la CROM

La Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) del Ingenio San Nicolás atraviesa un colapso financiero sin precedentes. Bajo la dirección de Agustín López Martínez, mejor conocido como «La Chancla», el sindicato se encuentra operando en números rojos, dejando a sus agremiados en una situación de incertidumbre y abandono.

Fuentes internas del sindicato aseguran que los problemas se derivan de una administración desorganizada y opaca, marcada por el despilfarro de recursos. Actualmente, el sindicato no tiene capacidad para cubrir gastos esenciales como el mantenimiento de sus instalaciones, el pago de servicios básicos o la organización de actividades que realmente beneficien a los trabajadores.

La crisis se agrava debido a una demanda legal que enfrenta el sindicato, relacionada con el desvío de recursos destinados al pago de un grupo de trabajadores. Este dinero, que habría sido utilizado para fines no esclarecidos por López Martínez y su comité, ahora debe ser repuesto, lo que ha dejado a la organización en una grave precariedad económica.

El enojo entre los agremiados es palpable. Denuncian que la gestión de López Martínez no solo ha sido incompetente, sino que también ha priorizado sus propios intereses sobre las necesidades del gremio. La falta de transparencia en el manejo de las cuotas sindicales y la ausencia de una estrategia clara para revertir la situación han llevado a los trabajadores a exigir medidas drásticas.

Entre las demandas principales está la realización de una auditoría externa que permita esclarecer el destino de los recursos y responsabilizar a los involucrados. Además, muchos piden una renovación inmediata del liderazgo sindical para recuperar la confianza y evitar un colapso total de la CROM del Ingenio San Nicolás.

Hasta ahora, ni López Martínez ni la dirigencia nacional de la CROM han ofrecido explicaciones claras ni han tomado acciones concretas para enfrentar esta crisis, dejando en el aire el futuro de uno de los sindicatos más importantes de la región.

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