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El golpe final a la credibilidad: Valenzuela reconoce que no hay autonomía

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Las declaraciones del fiscal confirman lo que la ciudadanía sospechaba: la fiscalía opera bajo consigna y carece de independencia real.

La falsa independencia de la Fiscalía Anticorrupción de Chihuahua

Las palabras de Abelardo Valenzuela confirmaron lo que se decía en pasillos políticos: la fiscalía anticorrupción no es autónoma. Con su propia voz, el fiscal aceptó que la institución está sometida al control político y carece de libertad para actuar. Esta confesión desnuda la fragilidad de una figura que debería ser garante de justicia, pero que en la práctica solo opera bajo consigna.

Un fiscal sometido al poder político

Lejos de representar una postura de valentía, la declaración de Abelardo Valenzuela lo exhibe como un funcionario rendido ante el poder. Reconocer la falta de autonomía no es un acto de transparencia, sino de complicidad. Su gestión queda reducida a ser un engranaje más en la maquinaria política que utiliza la “anticorrupción” como herramienta de persecución selectiva.

El fracaso de la lucha anticorrupción en Chihuahua

Con Valenzuela al frente, la Fiscalía Anticorrupción se convierte en un monumento a la simulación. Admitir que no existe autonomía equivale a reconocer que todas las investigaciones están contaminadas desde el origen. Para la ciudadanía, esto significa que los grandes casos de corrupción en Chihuahua no tendrán justicia real, solo expedientes manipulados al servicio de quienes controlan el poder.

El cinismo de mantenerse en el cargo

En cualquier estado con instituciones sólidas, un fiscal que reconoce su impotencia debería renunciar de inmediato. En Chihuahua ocurre lo contrario: Abelardo Valenzuela continúa en funciones, enviando un mensaje devastador. No se trata de una lucha contra la corrupción, sino de una fiscalía domesticada que admite su debilidad y se aferra a la nómina.

El mensaje devastador para los ciudadanos

Las declaraciones del fiscal anticorrupción de Chihuahua son demoledoras. Lo que la sociedad esperaba era un funcionario con independencia y firmeza, pero lo que obtuvo es un fiscal que reconoce públicamente su sometimiento. La consecuencia es clara: con Abelardo Valenzuela, no habrá combate a la corrupción, solo un teatro político que mantiene intacta la impunidad.

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